Después de la sorpresa que fue The Aurora Veil (2007), una
colección de demos con una calidad excepcional, las expectativas para que esta
banda australiana saque un disco, en el rigor del formato, se tornaron en una
presión inconmensurable con la cual la banda difícilmente pudo lidiar. Se
tomaron su tiempo, buscaron un contrato favorable, tuvieron algunos cambios
internos, finalmente entraron al estudio y el resultado es un turbión de
sensaciones casi imposible de cuantificar. Lo primero que salta al oído es la
calidad de la producción, un sonido cristalino muy bien logrado; desde luego el
demo tiene un sonido más sucio, más cercano a las raíces del Black Metal, lo
que fue una decepción para algunos. Sin embargo, si las críticas se centran en
el sonido alentando un debate técnico sobre las fronteras del género, no
podemos negar el hecho que Portal of I es uno de los discos más impactantes, en
lo que va del año, y tal vez uno de los mejores discos debut de este último
tiempo. La calidad musical del sexteto es incuestionable y al escucharlo tuve
la misma impresión que al imbuirme en el Machine Head de Deep Purple, en el
Dark Side of The Moon de Pink Floyd, en el Powerslave de Iron Maiden, el Reign in Blood de Slayer o el Beneath the Remains de Sepultura; es un disco grandioso
que combina con destreza esos pasajes melódicos que tanto me gustan con la
violencia despiadada propia del metal, combinando géneros con una facilidad
desconcertante. Es una orgía sonora de la cual solo podemos salir complacidos.
El arma secreta de la que disponen, así como lo fueron los
teclados en Deep Purple, es el violín
que rasga los convencionalismos, abriéndole paso a un nuevo ideario musical. Cada
instrumento brilla por su propia destreza, por su propia genialidad pero el
violín predomina, no es solo un instrumento que acompaña las melodías, es un
instrumento que guía, se impone y construye sobre su impulso; le otorga a la
música una estela maligna, es un murmullo delicado y siniestro, cuya belleza
inmaterial deja un aire melancólico en su trémula parquedad. Los intercambios
entre la guitarra, el bajo y el violín se propagan por todas las canciones, son
los instrumentos que lideran y no por ello dejan atrás a la sección rítmica, la
batería que mantiene una candencia frenética condensando toda la esencia del black.
Si Opeth pudo, como ninguna otra
banda, combinar el death con el rock progresivo, Ne Obliviscaris impone una nueva marca, eleva los estándares y es
el mayor desafío con el cual debe enfrentarse el disco. Portal of I es un opus magnus y será muy difícil darle
continuidad, sacar un trabajo con la misma calidad; desde luego estaremos a la
expectativa. Pero no cabe duda que la banda ha creado algo que rebasa los
cánones habituales, el uso del violín, la simbiosis sutil entre las voces, el
uso de las guitarras que recupera los momentos más grandiosos del rock
progresivo.
El disco contiene construcciones indescriptibles y
memorables, es una joya del metal; es también un trabajo ambicioso que reagrupa
lo mejor de la música, lo mejor que se puede hacer hoy en día; para aquellos
que se siguen quejando de las porquería poperas que invaden todas las décadas
desde que la música es una industria, es una nota no solo de esperanza, es la
prueba irrefutable que se sigue haciendo buena música, solo hay que saberla
buscar. En cuanto al packing, la portada expresa muy bien ese equilibrio entre
la belleza de las secciones rítmicas y la esencia maligna que se propaga por
todo el disco, representa con brío las sensaciones que contienen siete
canciones de las cuales es casi imposible escoger la mejor, porque es algo que
funciona tan bien que solo se lo puede escuchar de principio a fin. Ne Obliviscaris, sin duda es la
revelación del año, una banda que recién comienza dejando una huella perdurable
en el saturado mundo del metal.