Birmingham, una ciudad obrera asolada por la crisis, la
inestabilidad política y el desempleo; y a lo lejos ese ideal que augura
rebeldía, seductor y maléfico. Ganarse la vida tocando una guitarra era una
opción como cualquier otra y en ese momento tal vez era la única opción. El
camino opuesto conducía a la fábrica, a la vida monótona regida por el tic-tac
de un reloj. Ahí Tony Iommi se cercenó los dedos, desencadenando una serie de
eventos fortuitos que transformaron a una banda de rhythm and blues en la única
banda que tiene el descaro de adjudicarse la paternidad del metal.
El ocultismo de Geezer Bulter, la voz fantasmagórica de Ozzy
Osbourne, la métrica precisa de Bill Ward y la guitarra de Iommi,
deliberadamente desafinada hasta alcanzar un tritono; como si todo fuera obra
del diablo. Es ese encuentro casual el que desató la fuerza irrebatible del
metal, con su nihilismo parco, su atmósfera lúgubre; la fétida putefacción de
la humanidad. El primer disco marca una ruptura porque contiene una esencia
maligna que dejó atónito a los críticos, desencadenado una curiosidad malsana
por una banda con una clara propensión satánica. Pero esa imagen caricaturesca,
construida por los tabloides fue una carga que la banda nunca quiso asumir. El
sonido del primer disco fue construido para generar un impacto, adaptándose a
las limitantes de Iommi, a la voz de Osbourne y a las obsesiones de Bulter; sin
olvidar la decisiva contribución de Ward. Muchos se olvidan que Black Sabbath
fue un impulso colectivo. Para el
Paranoid y el
Master of Reality, la
banda estaba decidida a desligarse de esa imagen satánica; con un claro
contenido político, el sonido es más luminoso y adquiere matices progresivos.
El
Vol. 4 es un disco de transición
que ya augura los años de vana experimentación; el viraje hacia el rock
progresivo se consolida con el
Sabbath
Bloody Sabbath.
De Black Sabbath siempre recordamos con entusiasmo los tres
primeros discos y nos olvidamos con facilidad de la trilogía perdida: Sabotage, Technical Ecstasy y el Never Say Die. No son discos malos, pero
se alejan demasiado de la imagen que todos conservamos. Para 1979, la banda buscaba
asirse en la realidad, ansiaban el reconocimiento de la crítica y pagaron el
precio de la alienación. Perdieron su identidad, adentrándose en un conformismo
peligroso y en una espiral de violencia, colindando con lo ridículo. Osbourne
era un burdo remedo de sí mismo. Más allá del carisma y de ese peculiar timbre
vocal, los Sabbath podían seguir su camino sin Osbourne y fue la decisión más
acertada. Dio tuvo que soportar el humor errático de Blackmore, aceptar sus
directivas, sus celos patológicos contra Whitesnake; pero cuando Rainbow viró
hacia el pop, Dio cerró una puerta que nunca más estaría dispuesto a cruzar.
De todas las formaciones de Black Sabbath, es la que más me
gusta y la que mejor funciona. Es lo que le hacía falta al grupo, un vocalista con
un amplio rango vocal; sin desmerecer el aporte que hizo Osbourne, sigo
pensando que el Heaven and Hell y el Mob Rules, son discos muy superiores a
toda la discografía previa de Black Sabbath.
Pero Dio no estaba dispuesto a someterse a la voluntad de nadie; ya lo
había hecho y fue una etapa necesaria, pero esta vez estaba dispuesto a brindar
batalla. Y Dio, al igual que Osbourne, comenzó una prospera y larga carrera
como solista. La leyenda emergía mientras los Sabbath colapsaban. Como muchas
bandas que emergieron en los setentas, evocaban un pasado colorido ya
desgastado; fueron parte del sueño hippie, de esa irreverencia ante el orden
establecido, eran el vestigio de un ciclo que ya había concluido. La banda no
tenía futuro, así lo dictaminó Tony Iommi y estaba ansioso por comenzar algo nuevo.
Black Sabbath no era sólo el nombre de un grupo, era una
franquicia que aseguraba ganancias. La movida que sigue siendo un enigma, fue
traer a Gillan; golpe de marketing, jugada arriesgada o la voluntad de mantener
un mínimo de cohesión interna, la decisión sigue siendo una de las etapas más
extrañas en la tumultuosa historia del grupo. Nadie puede negar el talento de
Ian Gillan, su dominio absoluto de los agudos que le confiere un estilo único;
pero con esa forma de cantar, el grito desgarrador que ensordece a la multitud,
lesionó sus cuerdas vocales. A principios de los ochenta ya era un escuálido
reflejo de las glorias de antaño. Había noches en las cuales funcionaba muy
bien y otras en las cuales era un franco desastre. Todavía recuerdo la primera
vez que escuché el Born Again y me
dije que era una perfecta porquería. Pero el disco no es malo, tiene grandes
momentos: la atmósfera diabólica de Disturbing
the Priest y el riff salvaje de Zero
the Hero y los gritos demenciales de la canción epónima; ese no es el
problema, lo que nos deja consternados es el sonido del disco.
Es la maldición Gillan, sus discos como solista suenan horriblemente
mal, pese a que el Mr. Universe es
sin duda el punto culminante en la carrera del vocalista. Pero lo cierto es que
Gillan no se adaptó a la imagen de Black Sabbath, sus letras humorísticas y su
presencia escénica no tenían lugar en la banda. Al terminar la gira y al haber
cobrado todos sus cheques regresaba de manera triunfal a su sitial en Deep
Purple. En ese momento Black Sabbath ya no existía; Bulter, frustrado por todos
esos cambios, abandonó el proyecto y Bill Ward consumido por su alcoholismo se
sumió en el silencio. La siguiente etapa, para Iommi, era comenzar una carrera
como solista. Con la ayuda de Geoff Nicholls, el olvidado quinto miembro de
Black Sabbath desde 1979, Iommi abrió audiciones. La idea original era grabar
las canciones con músicos invitados; si bien proyecto lleva el nombre de Black
Sabbath, Iommi no lo considera un trabajo del grupo y en consecuencia Glenn
Hughes nunca fue un miembro de Sabbath.
Es también una de esas asociaciones extrañas; hoy en día,
Hughes tiene bien merecido el apelativo de The Voice of Rock, y ha sacado
discos muy sólidos como solista y como miembro de algunas bandas (Hughes and
Turner Project, Black Country Communion y ahora California Breed que está a
punto de sacar su primer disco), pero en los ochentas Hughes libraba una lucha feroz
contra sus adicciones. En el Seventh Star
canta bien, pero su timbre vocal suena disonante a lado de la guitarra de
Iommi; el esfuerzo es loable pero hay algo que no termina de cuajar. Y si en el
estudio la cosa todavía podía funcionar en vivo la cosa es distinta y Hughes no
estaba en condiciones de cantar; a medio camino fue remplazado por Ray Gillen.
Con todo Heart Like a Wheel sigue
siendo una de mis canciones favoritas aunque siempre le voy a reprochar su
sonido radio friendly que me pone bastante incómodo; es un gusto culposo.
Ante las circunstancias, Black Sabbath se convirtió en
propiedad exclusiva de Tony Iommi; el poder embriaga y el guitarrista no estaba
dispuesto a compartirlo con nadie; las majaderías de Gillen colmaron su
paciencia y fue expulsado de la banda. Iommi es también un malhumorado, está plenamente
convencido de su rol mesiánico, solo él es digno de alabanzas y de respeto. Y nuevamente
abrió audiciones; Tony Martin no tenía mucha presencia escénica pero tenía un
rango vocal capaz de rivalizar con el de Dio. El resultado es muy similar al
sonido que Black Sabbath definió a principio de los años ochenta;
The Eternal Idol, es el mejor disco que
tiene el grupo desde el
Mob Rules; y
hasta el día de hoy, la canción epónima, es una de las obras cumbres de Black
Sabbath; la oscuridad que se cierne sobre la fe. Martin es un gran vocalista y
el único reproche que le puedo hacer es que suena como un imitador de Dio.
Iommi, al igual que Osbourne, supo rodearse de buenos músicos;
Eric Singer, Dave Spitz, Bob Daisley, Bev Bevan y luego Cozy Powell
consolidando la sección rítmica para el
Headless
Cross, la única placa que tiene referencias satánicas explícitas. La voz de
Martin suena bien, canta con fuerza y pasión; es un Sabbath rejuvenecido, listo
para conquistar el mundo, otra vez. Aunque, para ese entonces la banda, había
desaparecido por completo de las listas de ventas. La gira del
Headless Cross por los Estado Unidos fue
cancelada. La era Martin fue olvidada por la historia, enterrada por el legado
Sabbath, por el peso de Dio y el de Osbourne, fantasmas siempre presentes en la
mente de todos los fans. El
Tyr es un
disco muy raro, muy alejado de la imagen que todos conservamos y sin embargo
ahí está
The Sabbath Stone, una de
mis canciones favoritas y extrañamente es uno de los discos que más escucho; la
batería de Cozy Powell y el bajo de Neil Murray complementan muy bien la voz de
Martin y la guitarra de Iommi, es uno de los line-ups más sólidos que tiene el
grupo.
Pero en los noventas Black Sabbath era un recuerdo demasiado
difuso; era una banda mítica pero muy pocas personas sabían que seguían
saliendo de gira y sacando discos. La gira del Tyr, también fue un fracaso. Y
nuevamente la idea de poner a la banda bajo tierra se impuso por sí misma. Bulter,
que nunca pudo lanzar una carrera como solista, tuvo la brillante idea de armar
una reunión con Dio; Ward tenía que participar, pero sus problemas de salud y
su recalcitrante alcoholismo lo alejaron del proyecto antes que éste dé inicio;
remplazado por Vinny Appice, una vez más. Las sesiones del Deshumanizer fueron difíciles, las tensiones entre Iommi y Dio
entorpecieron el proyecto y el resultado no fue tan épico; pero el esfuerzo
opaca casi por completo todo lo que habían realizado hasta ese momento. Es el martirio
de Tony Martin, doce años en la banda y muy pocos lo recuerdan; su legado permanece
oculto tras la sombra de Ronnie James Dio.
La gira del Deshumanizer
fue un éxito rotundo, embriagado por las glorias del pasado Iommi cometió
un error, quiso reunir dos mundos incompatibles; Dio rehusó ser el telonero de
Osbourne, terminando de improvisto sus obligaciones con Sabbath, aunque
abriendo la puerta a una posible reunión del line-up original. Con Tony Martin
de regreso y con la ayuda de Bobby Rondinelli, consolidando esa extraña
conexión entre Black Sabbath y Rainbow, grabaron el Cross Purpose ante la presión de la casa disquera. Es un disco
flojo, forzado, torpe; es una máquina vetusta cuyos engranajes defectuosos
generan un chirrido estridente. La voz de Martin ha perdido fuerza y la
guitarra de Iommi repite los mismos patrones; es bastante aburrido en el fondo.
Es un grupo que trata de cumplir con un contrato pero que ya no tiene ganas de
seguir grabando; el Forbidden, es sin
duda el peor disco en la larga historia de Black Sabbath y Tony Martin se
reprochó a sí mismo haber contribuido a una banda que era un fiasco, una banda
que ya no existía. Una banda que reclamaba por su pasado.
1997, el año de la tan esperada reunión de los miembros
originales de Black Sabbath; se embarcaron en la gira más exitosa de toda su
carrera. Al año siguiente salió un live con dos canciones inéditas que sonaban
bastante mal; toda la publicida que recibió la banda y toda la anticipación que
generaron anunciando la inminente producción de un disco, provocaron una
inmensa decepción. El tiempo pasaba, el grupo salía de gira de manera
esporádica, apareciendo siempre en los grandes festivales, pero nada más. El
2000, finalmente, Tony Iommi sacó su primer y único disco como solista,
retomando la idea original detrás del
Seventh
Star. Para mí es un disco de Sabbath y es lo mejor que el guitarrista podía
ofrecer en ese momento, es lo que Iommi estaba esperando toda su vida, un disco
en el cual podía relajarse y alejarse de la imagen tétrica y siniestra que
estuvo obligado a adoptar. El 2004 finalmente sacó al mercado el disco que grabó en
1996 junto a Glenn Hughes, y que fue abandonado en circunstancias que nunca
fueron esclarecidas del todo.
Es más sólido que el Seventh
Star, Hughes estaba en buena condición física y su voz se adapta mejor a
los riff de Iommi; Gone es una de
esas canciones que me obsesionan y con ello Hughes que reivindica ante la
historia. Al año siguiente, la dupla nuevamente sacó un disco, Fused. Hughes es una figura prominente
del rock, hoy en día, y lo tiene bien merecido, es uno de los músicos y de los
vocalistas más respetados por toda una nueva generación que rescata el aporte
con hizo con Trapeze, Deep Purple y Black Sabbath. En ese momento la banda
parecía haber encallado en las aguas del recuerdo; la casa disquera, impaciente
y de manera unilateral, puso en marcha una compilación conmemorando los años
que Dio pasó en la banda. Entusiasmados por el proyecto, el line-up del Mob Rules se reunió una vez más y
grabaron tres canciones para el disco. La experiencia fue gratificante y se
embarcaron en una gira triunfal.
Legalmente Black Sabbath seguía conformado por sus miembros
originales, para evitar futuras confusiones, Iommi bautizó al proyecto como
Heaven & Hell, excluyendo del repertorio todas las canciones que no fueron
grabadas con Dio. Después de un par de años de giras intensivas, el 2009
sacaron
The Devil you Know, uno de
los momentos más gloriosos en la historia de Black Sabbath. Épico y siniestro,
es el regreso del legado del mal; esa reflexión inclemente sobre la humanidad.
Es el epitafio de Dio, el disco salió en abril del 2009, casi un año antes de
la muerte del vocalista. Para todos fue un golpe muy duro, pero con ello Iommi
hacía las paces con su pasado, con su legado, con la memoria que perdurará al
desgaste de los siglos. Heaven &
Hell dio un concierto conmemorativo con Jorn Lande y Glenn Hughes supliendo el
rol de Dio. Fue un hito, tal vez sea la última vez que Sabbath toque esas
canciones en vivo.
La muerte, la única certeza en un recorrido marcado por la
duda y al final del sendero la misma pregunta. 2013, después de una querella
pública con Bill Ward apartado del proyecto y remplazado por el Brad Wilk,
Osbourne, Iommi y Bulter sacaron el tan esperado disco del regreso cerrando el
círculo, retomando el sonido de los tres primeros discos llevándolo a su
paroxismo, el ápice. A estas alturas ya es innecesario un disco más; el 13, es el epitafio de la banda, de una
generación que lentamente se apaga, de un ideal trastocado por la industria, de
una era carcomida por el miedo. Pero creo que la justa de redención de la banda
será posible cuando Iommi haga las paces con Tony Martin y la verdad es que me encantaría que Sabbath saque un nuevo disco
con Martin o con Gillan, pero sé muy bien que hay pocas chances para que se
produzca.
Black Sabbath es la banda que cambió un paradigma, que
construyó una imagen a partir de los escombros de la decepción, son dioses en
el patíbulo del metal y por siempre serán recordados como la banda que lo
inició todo… el final del recorrido es tan sólo el principio.