Después de una larga ausencia, injustificada sin duda,
retomo mis meditaciones purpeldianas. Hace ya un par de meses concentré mi
atención en la redición del Machine Head, ahora quisiera argüir
en base a una obra menos conocida pero de una importancia crucial. Deep
Purple se forma en marzo del 68 y a simple vista no se
diferencia de muchas de las bandas que surgieron en esa década. El primer
disco, Shades of Deep Purple, tiene un sonido bastante convencional aunque
con sus toques progresivos. Jon Lord tuvo una influencia decisiva en la
composición y ejecución del mismo y es un elemento cardinal para comprender y
valorar esa etapa de aprendizaje. Lord asume el control de la banda al ser el
músico más experimentado y su anhelo es poder combinar la música clásica con el
sonido pop de ese entonces. El Concerto
for a group and orchestra es el réquiem para el Mk I.
Para julio del 69 Gillan y Glover ya estaban en la banda y
dos temas fueron incorporados al repertorio, una versión prototípica de Speed King y Child in Time, en una versión bastante similar a su formato final;
el sonido y la presencia escénica del grupo dieron un giro. Los aportes de
Glover le dieron a Blackmore la posibilidad de componer canciones más frenéticas
y elaboradas; Simper, el bajista original, estaba muy calado a la antigua y le
era difícil adaptarse al estilo que Blackmore estaba desarrollando. Sin la
ayuda de Glover el sonido púrpura se hubiera estancado; Blackmore encontró un
aliado en el estudio y con su ayuda pudo imponer sus ideas. Él quería, desde un
inicio, establecer un sonido más agresivo, enfocado en la guitarra, sin esa
instrumentación compleja que a Lord tanto le gustaba. Surgieron tensiones
creativas entre Blackmore y Lord, por el simple hecho que el guitarrista ansiaba
tener un papel más protagónico. Cuando un grupo comienza, hay mucha presión de
por medio porque hay dinero en juego; la exigencia de los empresarios es poder
recuperar la inversión realizada y para ello necesitaban tener éxitos radiales.
Hush, fue un golpe de suerte y todos
los intentos para reproducir esa fórmula, fracasaron miserablemente. Las giras
que hicieron por los Estados Unidos cimentaron la reputación de la banda y los
empresarios estaban satisfechos con el resultado, pero la banda no estaba
satisfecha con la imagen que estaban construyendo.
Un cambio de integrantes siempre es un trauma, genera
incertidumbre sobre todo del lado de los inversionista, pero el Mk II funcionó
muy bien desde un inicio; las canciones que iban surgiendo fueron un esfuerzo
grupal, ninguno podía adjudicarse más crédito que el otro. Deep Purple era una entidad cohesiva aunque existían dudas sobre el
camino que iban a tomar. Lord concibe la idea del Concerto a finales del
68; es la continuación lógica del trabajo musical que estaba desarrollando en
el grupo. El primer gran antecedente es la versión de Hey Joe que graban para el primer disco, Lord incluye pasajes del Concierto de Aranjuez. Para el segundo, Lord
compone una pieza muy en el estilo de la época, un pop single muy convencional, pero le agrega una sección
instrumental ejecutado por un cuarteto de cuerdas, es la primera tentativa por
fusionar ambos mundos. Para el disco epónimo, con la ayuda de Blackmore, el
tecladista incluye una canción dividida en tres movimientos; dos secciones
instrumentales, la primera ya tiene sus toques de música clásica aunque está
ejecutada por la banda, un coro lírico la acompaña y la da paso a la orquesta
que interpreta la segunda sección. En la tercera el grupo vuelve a su estilo
habitual, Evans toma el micrófono y canta las virtudes del mes de abril; de ese embrión surgirá el Concerto algunos meses después.
Gillan y Blackmore, no se mostraron particularmente entusiastas
por la idea. Sin embargo, la gerencia vio en el proyecto un extraordinario
golpe de marketing y le dio todo su respaldo, gestionando los servicios de la Royal
Philharmonic Orchestra y de su conductor, el reputado Malcolm Arnold;
y para albergar el evento la gerencia consiguió un espacio en el prestigioso
Royal Albert Hall. Para julio del 69 Lord ya tenía una partitura más o menos
terminada y la banda ensayó bajo su tutela; la orquesta se incorporó al poco tiempo y
surgieron los primeros enfrentamientos entre dos mundos prácticamente inconciliables.
La orquesta tiene dos grandes restricciones, sigue al director, es quien marca
los tiempos y los cambios entre las secciones pero también sigue a la
partitura, reproduciendo hasta en los más mínimos detalles la música ahí
transcrita. Un grupo de rock, tiene un formato más libre, no hay partituras de
por medio, los músicos se guían por su intuición, nunca van a reproducir de la
misma manera una canción y las diferencias que noche tras noche se van
construyendo pueden ser sustanciales. Fue muy difícil sincronizar ambas partes
y en ello el crédito lo tiene Arnold, su paciencia infinita y su apoyo
incondicional y entusiasta al proyecto, lograron contener la frustración de los
músicos clásicos que no podían seguir a la banda y estructuró todas las secciones
interpretadas por el grupo.
La experiencia fue tortuosa para ambas partes y las quejas
habituales provenían de la percusión. A Paice le era difícil controlarse y la
banda se sentía perdida porque seguían al baterista. Ello, sin contar con el
costo excesivo por alquilar los servicios de la orquesta; los ensayos se
redujeron a cuatro encuentros fortuitos y desastrosos, con un Arnold perdiendo
los estribos ante el esnobismo de los músicos clásicos. El evento despertó un
gran interés en los medios y el 24 de septiembre de 1969 fue la premier; y si
la crítica se mostró bastante tímida al evaluar el proyecto, la reacción del
público rebasó todas las expectativas. En términos musicales, la obra de Lord todavía es precaria, es un intento por
armonizar ambos mundos pero dada las dificultades de su ejecución el resultado
es extraordinario. Cumplió con su cometido, Deep Purple dejó de ser una pop
band y obtuvo respeto. Ahí termina una fase de la banda, Lord le cede el
liderazgo a Blackmore al ser parte de un acuerdo tácito, el guitarrista ayudó
en el proyecto pese a sentirse incómodo y ahora el tecladista estaba obligado
de acatar las ideas de Blackmore. El resultado fue el In Rock, uno de los discos claves en la construcción y la
emancipación del metal.
No obstante, el éxito del Concerto fue rotundo; a Lord le encargaron componer
otra obra de la misma índole ante la más sincera consternación de Blackmore que
esperaba enterrar la experiencia lo más pronto posible. The Gemini Suite fue
compuesto en un periodo bastante corto, por ello la idea es más simple; Lord
escribió cinco movimientos construidos sobre el talento y la personalidad de
los cinco miembros de la banda. La estructura del Concerto era más compleja
pretendía ser la metáfora de la lucha, el antagonismo, la simbiosis y
finalmente la unión entre la orquesta y el grupo. El resultado difiere un poco
de esa percepción pues el tercer movimiento es el único que captura la fuerza
bruta de la banda y el poder que le otorga la orquesta. En la Suite, Lord ya tenía una idea más clara, le
fue más fácil concebir la partitura; la perspectiva fue bastante modesta, no
esperaba ni ansiaba superar al Concerto. En los hechos la Suite funciona mejor, el equilibrio
entre el solista y la orquesta está muy bien logrado; el primer movimiento,
diseñado para la guitarra, es uno de los momentos más extraordinarios en la
historia de la música contemporánea. Es un quiebre que establece un nuevo
paradigma sobre el cual se consolidará el rock progresivo.
La banda interpreta la Suite el 17 de septiembre de 1970 con
la ayuda de The Orchestra of the Light
Music Society dirigida nuevamente por Arnold. El evento no despertó el
mismo interés mediático, fue diseñado como una one-off performance; Blackmore más que cualquier otro ansiaba desligarse
de esa imagen y concentrarse plenamente en la gira del In Rock, aunque la crítica laudó el proyecto y frente a la demanda
popular la banda se vio obligada a interpretar el Concerto en suelo
norteamericano en agosto de ese mismo año. Después de esa presentación la
partitura se perdió y Lord abandonó la idea de realizar una versión en estudio
para concentrarse en la Suite, su primer trabajo como
solista. Y lo fue porque Gillan y Blackmore abandonaron el barco; Glover y Paice
reasumieron sus posiciones como solistas, Albert Lee
sustituyó a Blackmore y Tony Ashton hizo el trabajo vocal. El disco no
tuvo repercusión alguna, sin embargo es una de esas reliquias perdidas que
yacen olvidadas en el fondo de una tienda y que es necesario desenterrar. No
sería la última incursión de Lord en ese rubro, en 1974 alentado por el
compositor Eberhard Schoener, el tecladista preparó dos
obras; la primera se inspira vagamente en un trabajo inconcluso de Bach y la
segunda es una pieza en tres movimientos pero muy diferente del Concerto.
En muchos aspectos Windows es un fracaso; es un collage
demasiado bizarro y hermético. El 76 compone una suite, Sarabande, es una obra
que disfruto cada vez que lo escucho aunque algo falla del lado de la
producción. El 82, frustrado por la forma como era tratado en Whitesnake, Lord saca al mercado un
disco bastante convencional, Before I Forget; son canciones muy
al estilo del folk inglés, es interesante pero nada fuera de lo común. En los
dieciséis años que siguen Lord reasume plenamente su función en Deep Purple; a finales de los 90 aires
de libertad soplaban en la banda y Lord volvió al estudio y grabó un disco
introspectivo, Pictures Within; es una de las obras más ambiciosas del
tecladista, una atmosfera intimista impera aunque el resultado aun divide a la
crítica y a los fans, es una obra cuya dimensión recién la podemos comprender
ahora, evaluando el talento del compositor. Por ese entonces, el musicólogo alemán
Marco de Goeij escribió un ensayo sobre el Concerto, el cual despertó un
renovado interés por una obra olvidada en los avatares de la historia. No
faltaron quienes buscaron reproducir la obra o quienes intentaron persuadir a
la banda de interpretarlo nuevamente en miras al treintavo aniversario. Lord
expresó públicamente que le era imposible ejecutar la obra al haberse perdido
la partitura original.
De Goeij la reconstruyó escuchando la grabación original y obtuvo un primer borrador a principios del 99, Lord hizo algunas correcciones y la banda, esta vez no opuso ninguna resistencia y en septiembre de ese año, Deep Purple –esta vez con Morse en la guitarra– junto con la London Symphony Orchestra –dirigida por Paul Mann– interpretaban el Concerto. El entusiasmo que generó el evento, una vez más rebasó todas las expectativas y la banda se llevó al Concerto de gira. El 2002, Lord tomó la decisión más inverosímil de su carrera y abandonó Deep Purple; al haber trabajado en esa partitura, recuperando una obra que él pensaba perdida, se tomó un tiempo para evaluar su legado. Su amor por la música clásica no había muerto pero estaba dormitando; él necesitaba un espacio para concluir su obra y para ello requería desligarse de la presión púrpura. Beyond the Notes, continua la línea trazada y es el último intento que integra ambos mundos. Boom of the Tingling Strings, el To Notice Such Things y el Durham Concerto son obras trillizas, son trabajos clásicos en las cuales Lord figura como compositor; la belleza de las tres composiciones no puede ser descrita con simples palabras, es una experiencia, el momento de comunión entre el compositor y su receptor. Escuchando esos discos, me vi presa de una ráfaga de recuerdos; mi amor por la música comienza con Beethoven. La 5ª sinfonía es la primera obra que he escuchado con detenimiento, tratando de analizar su estructura y no puedo desdeñar el impacto que tuvo en mi psique.
Por ello la muerte de Lord, no es solo un momento doloroso, es
más que todo un desperdicio; Lord todavía podía dar mucho como compositor. El
cáncer, la plaga de nuestros días, esa enfermedad inclemente y en su lecho de
muerte Lord aprobó el mix del Concerto; esa era su última voluntad,
grabar una versión en estudio. Fue el réquiem para el Mk I y también es el réquiem
que le pone el punto final a la obra de Lord. Un círculo como en los textos de
Ionesco. Escucharlo en esas condiciones entorpece cualquier valoración
objetiva. Todas las versiones que he escuchado son presentaciones en vivo y
extraño la presencia del público al final de cada movimiento. El trabajo de la
orquesta es impecable y siempre voy a admirar ese rigor en la ejecución; desde
luego, las secciones que interpreta la banda suenan diferente pero los
instrumentistas fueron muy bien seleccionados. Brett Morgan en la batería y
el buen Guy Pratt en el bajo y en el primer movimiento Darin Vasilev asume la
posición de guitarrista y en su ejecución reluce una clara formación clásica. Lo
que sí resalta es el hecho que las secciones del grupo son más breves, el
movimiento se reduce en casi cinco minutos.
En el segundo movimiento, al cual siempre le he reprochado
ser muy largo y muy lento, el omnipresente Joe Bonamassa –que ya es parte de la
vasta familia purpeldiana– es el guitarrista. En cuanto al trabajo vocal,
hubiera preferido que Dickinson cante todo el movimiento; su voz, operística
por excelencia, se adapta muy bien al formato y es el único vocalista capaz de
interpretar con justicia las armonías que Gillan compuso. Ya lo dije en su
momento, Purple y Maiden comparten una misma esencia. En
cuanto al tercer movimiento, que siempre ha sido mí preferido, es enérgico y
salvaje, más aún con Morse en la guitarra. En suma, ya para cerrar este
recapitulativo, las diferencias son sutiles pero el disco tiene un carga
emocional muy fuerte y por ello es la versión definitiva del Concerto,
la que quedará para la posteridad.